John Edgar Hoover

John Edgar Hoover fue el director del FBI durante más de cuatro décadas, para ser más concreto, 48 años transcurrieron entre su nombramiento en 1924 y su muerte en 1972 a la edad de 77 años. A lo largo de su carrera, Hoover desempeñó un papel destacado en la lucha contra el crimen y el terrorismo, pero también fue objeto de controversia debido a sus tácticas de vigilancia y su papel en la política interna de Estados Unidos.

Nacido en 1895 en Washington D.C., Hoover creció en una familia de clase media y fue educado en escuelas públicas de la ciudad. Desde joven mostró una gran ambición y un gran interés por la ley y el orden, lo que le llevó a estudiar derecho en la Universidad George Washington. Después de graduarse, comenzó a trabajar en el Departamento de Justicia de Estados Unidos como ayudante del fiscal general.

En 1924, a la edad de 29 años, fue nombrado director del FBI, que en ese momento era conocido como la Oficina de Investigación. Bajo su liderazgo, el FBI se convirtió en una agencia de aplicación de la ley altamente eficaz, que utilizó nuevas técnicas y tecnologías para combatir el crimen y el terrorismo. Sus primeras medidas pasaron por hacer limpia entre el personal y expulsar a cualquiera que considerara un cargo vinculado a la política o que pudiera estar influido por alguno de los partidos. También utilizó los fondos que le entregó el Congreso para contratar a estudiantes universitarios de carreras científicas, haciendo del FBI una de las instituciones con un departamento de criminología más potentes y el archivo de huellas dactilares y antecedentes más completo de su tiempo. En estos años Hoover y sus hombres se dedicaron a perseguir y eliminar (ya fuera arrestando o asesinando) a criminales de la talla de John Dillinger. Supervisó numerosas investigaciones notables, como la búsqueda del secuestrador del bebé Charles Lindbergh en la década de 1930, y la lucha contra el crimen organizado en la década de 1950. Curiosamente, durante los años de la Ley Seca se mostró poco proclive a molestar al crimen organizado, llegando incluso a negar que la mafia existiera o fuera tan poderosa como se decía. 

Como ya he adelantado, el papel de Hoover en la política interna de Estados Unidos y su vigilancia de ciudadanos estadounidenses han sido objeto de controversia. En la década de 1940 inició una campaña para eliminar a los comunistas y otros «subversivos» del gobierno de Estados Unidos y de la sociedad en general. Durante la década de 1950, el FBI se centró en la caza de brujas del senador Joseph McCarthy, que buscaba a sospechosos de comunismo en el gobierno y en otros ámbitos de la vida estadounidense. En la década de 1960 supervisó una campaña de vigilancia de los movimientos de derechos civiles y de los grupos de protesta, como los Panteras Negras.

John Edgar Hoover y Clyde Tolson

Clyde Tolson fue una figura esencial en la historia del FBI, pero sobre todo en la vida de John Edgar Hoover. Tolson fue su mano derecha en la Agencia y confidente cercano durante gran parte de su vida. Hoover y Tolson se conocieron en la década de 1920, cuando ambos trabajaban en el Departamento de Justicia de Estados Unidos. En 1930, Hoover fue nombrado director del FBI, y poco después, Tolson se unió a la agencia como abogado. Durante los siguientes años, Tolson se convirtió en el segundo al mando del FBI, y trabajó estrechamente con Hoover en una variedad de tareas, desde investigaciones de crimen organizado hasta vigilancia de movimientos políticos y de derechos civiles.

A pesar de que nunca se casaron ni hicieron pública su relación, Hoover y Tolson mantuvieron una estrecha relación personal que duró hasta la muerte de Hoover en 1972. Los dos hombres eran inseparables, y a menudo se les veía juntos en eventos públicos y privados. Tolson también tenía una oficina al lado de la de Hoover en el edificio del FBI en Washington D.C., y los dos hombres viajaban juntos con frecuencia.

La naturaleza exacta de la relación entre Hoover y Tolson ha sido objeto de mucho debate y especulación. Algunos han sugerido que eran amantes, mientras que otros han argumentado que su relación era simplemente platónica. Sin embargo, lo que está claro es que la relación de Hoover y Tolson fue única y muy cercana, y que Tolson desempeñó un papel importante en la vida y la carrera de Hoover.

Después de la muerte de Hoover en 1972, Tolson se retiró del FBI y se retiró a la vida privada. Murió en 1975, y fue enterrado junto a Hoover en el cementerio nacional de Arlington. La relación de Hoover y Tolson sigue siendo objeto de debate y fascinación para muchos, y ha sido representada en varias películas y series de televisión sobre la historia del FBI.

Hoover destacó por su uso de métodos ilegales para recopilar información, como la vigilancia y el registro de ciudadanos sin órdenes judiciales adecuadas. Mantuvo archivos secretos sobre figuras políticas, personalidades del entretenimiento (mantenía información de Albert Einstein, John Lennon, Pablo Picasso, Marilyn Monroe, entre otros), políticos y otros funcionarios públicos para que hicieran su voluntad. Su red de informantes le permitió obtener datos sobre la vida íntima de muchas personalidades de la época, incluida la de los propios presidentes de los Estados Unidos que fueron pasando durante su largo ejercicio como jefe del FBI. Datos sobre infidelidades, orientación sexual, orientación partidista y en especial le interesaban aquellos que tuvieran una tendencia comunista. Compiló mucha información clasificada como «oficial y confidencial», capaz de destruir política, familiar y económicamente a alguien. El presidente Harry S.Truman llegaría a decir que “Estados Unidos no necesitaba una Gestapo” en referencia  a las malas prácticas de Hoover y su FBI pero no se atrevió a destituirle. Se había vuelto demasiado poderoso.

A pesar de estas controversias, Hoover se mantuvo en el cargo de director del FBI durante más de cuatro décadas, hasta su muerte en 1972. Durante su mandato, el FBI se convirtió en una agencia de aplicación de la ley altamente respetada y efectiva, pero también se convirtió en un instrumento de la política interna de Estados Unidos y en un vigilante de la libertad civil. La figura de Hoover es recordada como un hombre complejo y controvertido, cuyo legado en la historia estadounidense sigue siendo objeto de debate

Bibliografía

Alexander Hamilton

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Alexander Hamilton fue una figura clave en el inicio de la historia de Estados Unidos. No nació en ninguna de las colonias sino en la isla de Nevis, San Cristóbal y Nieves, en el Caribe, el 11 de enero de 1755 o 1757 (la fecha exacta no está clara debido a la falta de registros precisos). Era hijo ilegítimo de James Hamilton, un comerciante escocés, y de Rachel Faucett Lavien, una mujer de ascendencia francesa y caribeña.

La infancia de Hamilton fue difícil, ya que su padre abandonó a la familia y su madre murió cuando él tenía 13 años. A pesar de estos desafíos, Hamilton recibió una educación sólida gracias a su talento y determinación. A los 15 años, comenzó a trabajar como empleado en una tienda de comercio en Saint Croix, donde demostró habilidades excepcionales en el comercio y la contabilidad. En 1772, Hamilton viajó a Nueva York para continuar su educación. Comenzó a estudiar en la King’s College, que hoy en día es conocida como la Universidad de Columbia. Allí, comenzó a participar en la política local y se involucró en el movimiento de la independencia de las colonias británicas de América del Norte.

Independencia y Constitución

Durante la Guerra de Independencia de Estados Unidos, Alexander Hamilton se unió al Ejército Continental en 1776 como capitán de artillería. A medida que la guerra avanzaba, Hamilton se convirtió en un asesor cercano de George Washington y trabajó en estrecha colaboración con él en asuntos militares y políticos. De hecho se convirtió en uno de sus principales asesores durante la Guerra de Independencia de Estados Unidos. En 1777, Hamilton participó en la batalla de Saratoga, una de las victorias más importantes del ejército continental en la guerra. Allí, Hamilton dirigió un asalto contra las fuerzas británicas que habían ocupado una posición clave en el campo de batalla, lo que ayudó a las fuerzas estadounidenses a obtener una victoria crucial. En 1781, Hamilton desempeñó un papel clave en la batalla de Yorktown, la última gran batalla de la Guerra de Independencia. Hamilton dirigió un ataque nocturno contra las fuerzas británicas que habían establecido una posición fortificada en la ciudad, lo que ayudó a las fuerzas estadounidenses a asegurar la victoria.

Además de sus habilidades como líder y estratega militar, Hamilton también fue un escritor y pensador influyente durante la guerra. Escribió varios ensayos y cartas que defendían la causa de la independencia y la creación de una nación unida y fuerte. En una carta escrita a John Laurens en 1779, Hamilton afirmó que «Un país grande y próspero debe ser el objetivo de todos nuestros esfuerzos… Debemos esforzarnos por una unión más perfecta y una nación más feliz».

Matrimonio

Alexander Hamilton se casó con Elizabeth Schuyler en 1780. Elizabeth provenía de una de las familias más prominentes de Nueva York y se había conocido con Hamilton durante la Revolución. La pareja tuvo ocho hijos juntos, aunque su matrimonio no estuvo exento de desafíos y dificultades. Elizabeth nació en Albany. Fue la segunda hija de Philipo Schuyler, un general revolucionario, y Catherine Van Rensselaer Schuyler. Los Van Rensselaer de la Manor de Rensselaerswyck eran una de las familias más ricas y políticamente influyentes en el estado de Nueva York, según nos explica la Wikipedia.  Tuvo siete hermanos que vivieron hasta la edad adulta, incluyendo Angelica Schuyler Church, Margarita Shuyler Van Rensselaer y 14 hermanos en total. Su familia estaba entre los ricos terratenientes holandeses que se asentaron alrededor de Albany a mediados del siglo XVII, y tanto su madre como su padre procedían de familias ricas y bien consideradas. Como muchos terratenientes de la época, Philip Schuyler era propietario de esclavos, y Eliza habría crecido en un entorno esclavista. A pesar de la inquietud por la Guerra franco-india, en la que su padre sirvió y que se combatió, en parte, muy cerca del hogar de su infancia, la niñez de Eliza pasó cómodamente, aprendiendo de su madre a leer y coser. Como la mayor parte de las familias holandesas de la zona, la suya pertenecía a la iglesia reformada holandesa de Albany, que todavía pervive, aunque el edificio original de 1715 donde fue bautizada Elizabeth y acudía a misa fue demolida en 1806. Su educación instiló en ella una fuerte e inquebrantable fe que conservaría a lo largo de su vida.

Caso Reynolds

El caso Reynolds fue un escándalo que involucró a Alexander Hamilton en 1791, cuando era Secretario del Tesoro de Estados Unidos. James Reynolds, un hombre de negocios de Nueva York, le acercó a Hamilton para pedirle ayuda en un asunto personal. Reynolds le dijo a Hamilton que su esposa, Maria, había estado involucrada en una relación adúltera con el senador James Monroe y que estaba siendo chantajeado por un hombre llamado James Reynolds. Hamilton aceptó ayudar a Reynolds a cambio de su silencio sobre un asunto financiero en el que Hamilton estaba involucrado. Sin embargo, en lugar de ayudar a Reynolds a pagar el chantaje, Hamilton comenzó a tener una relación con Maria Reynolds. La relación entre Hamilton y Maria Reynolds duró varios meses, pero finalmente llegó a su fin cuando Reynolds le informó a Hamilton que había vuelto a ser chantajeado. En lugar de pagar el chantaje, Hamilton decidió revelar la relación con Maria Reynolds al público para evitar que Reynolds siguiera extorsionándolo. El caso Reynolds se convirtió en un gran escándalo y se convirtió en tema de discusión pública en la prensa de la época. Hamilton publicó una serie de documentos conocidos como «Los escritos de Reynolds» en los que detallaba la relación y explicaba sus acciones. En estos documentos, Hamilton admitió su infidelidad y reconoció que había cometido un error al involucrarse en el asunto personal de Reynolds.

Aunque el caso Reynolds dañó la reputación de Hamilton y lo expuso a críticas, también ayudó a reforzar su imagen como un hombre honesto y valiente que estaba dispuesto a admitir sus errores y asumir la responsabilidad de sus acciones.

Hamilton y el Federalismo

Alexander Hamilton fue un importante defensor del federalismo en los primeros años de la historia de Estados Unidos. El federalismo era una corriente política que sostenía que el poder debía estar distribuido entre el gobierno federal y los gobiernos estatales, con el objetivo de limitar el poder del gobierno federal y preservar los derechos y libertades individuales. Hamilton creía que el gobierno federal debía tener un papel fuerte en la economía y las finanzas del país. En su cargo como Secretario del Tesoro de los Estados Unidos, propuso una serie de medidas para fortalecer la economía, entre ellas la creación de un banco nacional, la asunción de las deudas estatales por parte del gobierno federal y la implementación de impuestos sobre el consumo para recaudar fondos para el gobierno. Además, Hamilton creía en la necesidad de un ejército permanente para proteger el país, y en la importancia de mantener relaciones económicas y comerciales estrechas con otros países, especialmente Gran Bretaña.

Sus ideas federalistas y su visión de un gobierno federal fuerte y centralizado lo llevaron a chocar con otros políticos prominentes de la época, como Thomas Jefferson y James Madison, que defendían una visión más descentralizada del poder y una mayor autonomía para los estados. Sin embargo, la influencia de Hamilton fue crucial en la creación de las instituciones y políticas que sentaron las bases del sistema político y económico estadounidense.

Una de sus aportaciones intelectuales más importantes fue su intervención directa en la realización de los Federalist Papers, una serie de ensayos escritos por Alexander Hamilton, James Madison y John Jay en 1787 y 1788 para persuadir a los estados de ratificar la Constitución de Estados Unidos. Hamilton, Madison y Jay escribieron un total de 85 ensayos, que se publicaron en periódicos de todo el país. La mayoría de los ensayos fueron escritos por Hamilton y trataron temas como la necesidad de un gobierno fuerte y unificado, la separación de poderes, la importancia del sistema judicial, la necesidad de una moneda nacional y la importancia de la defensa nacional. Los ensayos de Madison se centraron principalmente en la importancia del sistema de checks and balances, mientras que los de Jay abordaron temas como la política exterior y la necesidad de una unión fuerte. Los Federalist Papers tuvieron un gran impacto en el debate sobre la Constitución de Estados Unidos y se convirtieron en una fuente importante de interpretación constitucional. La influencia de los ensayos se extendió más allá de Estados Unidos, convirtiéndose en un modelo para la escritura de ensayos políticos y filosóficos en todo el mundo. Hamilton, en particular, fue el autor de 51 de los 85 ensayos y se considera uno de los padres fundadores más influyentes de Estados Unidos. Sus escritos en los Federalist Papers reflejaron sus ideas políticas y filosóficas sobre la necesidad de un gobierno fuerte y unificado para proteger los derechos y libertades de los ciudadanos. En conjunto, los Federalist Papers son una de las obras más influyentes de la historia política de Estados Unidos y una de las principales razones por las que la Constitución de Estados Unidos fue ratificada.

Fallecimiento y legado

Alexander Hamilton murió el 12 de julio de 1804 en un duelo con Aaron Burr, un abogado y político estadounidense que había sido su rival durante muchos años. La disputa entre los dos hombres había comenzado mucho antes, cuando Burr había derrotado a Hamilton en la elección para gobernador de Nueva York en 1804.

El duelo fue el resultado de una serie de intercambios de cartas desafiantes entre los dos hombres, en los que se acusaban mutuamente de difamación y calumnias. Burr desafió a Hamilton a un duelo, a lo que Hamilton inicialmente se negó, pero luego aceptó en vista de la presión de sus partidarios y su propia reputación. El duelo se llevó a cabo en Weehawken, Nueva Jersey, el 11 de julio de 1804. Los dos hombres se enfrentaron con pistolas, y Hamilton resultó gravemente herido en el abdomen. Fue llevado de vuelta a la ciudad de Nueva York, donde murió al día siguiente.

La muerte de Hamilton fue un gran shock para la nación y un duro golpe para su familia y seguidores. Burr fue acusado de asesinato, pero nunca fue condenado. La trágica muerte de Hamilton puso de manifiesto las consecuencias peligrosas y sin sentido de los duelos y contribuyó a su eventual abolición en los Estados Unidos.

Aunque Hamilton falleció hace mucho tiempo, su legado sigue siendo importante y relevante en la actualidad. Su trabajo y sus logros continúan inspirando y guiando a líderes políticos y financieros en todo el mundo. Sus ideas federalistas y su visión de un gobierno federal fuerte y centralizado lo llevaron a chocar con otros políticos prominentes de la época, como Thomas Jefferson y James Madison, que defendían una visión más descentralizada del poder y una mayor autonomía para los estados. La influencia de Hamilton fue crucial en la creación de las instituciones y políticas que sentaron las bases del sistema político y económico estadounidense.

Bibliografía

  • Rodriguez Baixeras, Antonio (2011). Vida, Pasión y Muerte de Alexander Hamilton. Biblioteca Benjamin Franklin.

A un político paspán

Estimado excelentísimo, no está bien insultar a quién le recuerda su condición de representante público. Es de muy mal gusto y me reafirma en mi impresión inicial que tenía de usted de no merecer a un sujeto de tan baja estofa en un puesto de tan alta consideración. La verdad es que no esperaba otra cosa de un majagranzas de tal calibre, de un querulante paspán.

Mi primera e impulsiva reacción fue la de contestar con un “hijo de puta” a tamaño despropósito, con un “hijo de la gran puta” sin hacer referencia familiar alguna, por supuesto, sino refiriéndome a una categoría de personas mentadas así por tradición del habla. Para su información los hijos de puta, en sentido literal, eran un tipo de personas amargadas por su condición de tales. Amargadas temiendo que se supiera su condición y por eso estaban resentidas ante el mundo. No por ningún defecto del mundo, sino por el simple hecho de haber nacido. Hoy en día esa actitud vital ya no corresponde a los nacidos en esa condición, al contrario. Y de eso nos alegramos muchos. Lo contrario es anticristiano. Los tiempos han cambiado, y desgraciadamente, muchos, como usted, a pesar de no compartir forzosamente esa condición, crecen con ese mismo resentimiento que envenena cada aspecto de sus vidas. Su caso no es una actitud congénita, de nacimiento, sino adquirida el mismo día en que, ahogado por la soledad en una noche de bajón, se ve confrontado con su interior y se da cuenta de lo miserable que es. Una clase de hijoputa (así, todo junto) que no solo teme que se lo recuerden, sino que maldicen el mundo por el simple hecho de que hay gente que no son hijoputas como ellos.

Pero, claro, esa fue mi primera reacción, la que me quedé guardada con muchas ganas de llamarle públicamente. Así en frío y sin explicación alguna no hubiera quedado a la altura del gañán carajote, del calcatrébedes, del haragán y del mangarrán trapacero que transmite en cada aparición pública, porque no lo hubiera entendido y seguro que lo hubiera malinterpretado. Tontoelpijo, en murciano paladino, hubiese sido lo mejor para sus cortas entendederas. Mas me alegro de haberme contenido. De esa manera no permití alimentar el protagonismo de un político paspallás que ha sido abandonado por todo lo que le rodea embarrándome en una discusión estéril e inútil.

Satisfecho por escribirle con claridad lo que el ruido de una red social no me hubiera permitido, se despide su humilde ciudadano, que además de pagarle su sueldo, le agradece su atención y le saluda atentamente estrechándole su mano.

Manolo Marín

@murcialiberal

Tonnntos en mociónnn

El blog de Santiago González

Hoy, una página de El País pone a Pablo Casado frente al problema. Es la página 15, con una información que firma el gran Javier Casqueiro titulada “La mayoría crece contra los ultras” y completada por el antetítulo: “PSOE y Unidas Podemos ensanchan los apoyos de la investidura al sumar 193 y a 10 partidos en su rechazo al ‘fascismo’”.

Philmore A. Mellows propone una vieja medida propuesta por él el año pasado que se me antoja una solución constructiva: Una pantalla que proyecte las intervenciones del Sánchez candidato replicando al Sánchez presidente. Y la oposición limitándose a aplaudir al Sánchez candidato”.

Tess le hacía un recordatorio pertinente a Casado: “Solo por la intervención que está teniendo ahora mismo afirmando que jamás se plantearía pactar con el PP en nada y que prefiere a Podemos, Bildu y ERC por ser fuerzas progresistas, ya sería suficiente motivo para que el PP…

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La desmemoria

A mediados de julio se celebraron elecciones en Galicia y en el País Vasco. En esta última Comunidad Autónoma los herederos de una banda terrorista que ni condenan ni se arrepienten de su pasado criminal, no solo consiguieron mantener su representación en el parlamento autonómico vasco, sino que la incrementaron de manera significativa. Casi al mismo tiempo, en otras partes del mundo, sobre todo en Estados Unidos, miles de manifestantes derribaban algunas de las esculturas de sus antepasados a los que acusaban de racistas, xenófobos, imperialistas, colonialistas e infinidad de falsedades históricas de toda índole.

Efectivamente no estamos padeciendo solo una fatal pandemia sanitaria en forma de COVID-19, sino también una deriva totalitaria hacia el pensamiento único con la desmemoria y el olvido como principal herramienta. Si tan siquiera en menos de una generación se ha olvidado la figura de Miguel Angel Blanco y lo que su vil asesinato por los terroristas de ETA supuso a toda la sociedad española, no me imagino lo que supone explicarle a las nuevas generaciones en América y en el resto del mundo quiénes fueron y qué hicieron figuras como Cristóbal Colón, Fray Junípero Serra o Alvar Nuñez Cabeza de Vaca.

Como escribió no hace mucho Santiago Navajas, “no podemos asumir que vayamos a vivir peor que pobres, acobardados, envilecidos y sumisos por el conformismo, la cobardía y la falta de pasión por las libertades”. No podemos doblegarnos y aceptar que tenemos que sobrevivir en una sociedad en la que tienes que demostrar todo el tiempo que eres un adalid de lo políticamente correcto, asumiendo constantemente los postulados y la reedición de los hechos históricos por una parte corrupta e interesada de la historiografía y de personajes siniestros. Si bien es verdad que a lo largo de nuestra Historia se han cometido infinidad de tropelías y de injusticias, de infamias y afrentas, que en ocasiones hacen perder la fe en el ser humano; no es menos cierto que la civilización misma a través del progreso ha rescatado a millones de la pobreza, la enfermedad, la violencia y el hambre. Nuestra memoria ni puede ser borrada ni debe ser cambiada. La memoria debe  ser continuamente reivindicada y respetada para que las nuevas generaciones puedan aprender de los errores pasados para no volver a cometerlos en el futuro.

Y es que, en definitiva, además de protegernos de la crisis sanitaria actual, debemos protegernos de la ignorancia y de la incultura que se ha instalado en gran parte de nuestra sociedad; porque si no ponemos remedio pronto a la tergiversación de la Historia, si dejamos que los que quieren reescribirla en su propio beneficio ganen, la humanidad está irremediablemente condenada a repetir los fracasos y la barbarie que en innumerables periodos de la misma ha perpetrado. Como dijo Ronald Reagan: “la Historia nos enseña que la guerra empieza cuando los gobiernos creen que el precio de la agresión es barato”. No dejemos que así sea.

Generación confinada

Vivimos una crisis de tal calibre, que los que hemos nacido a partir del último cuarto del siglo XX, a pesar de poder imaginárnosla por la infinidad de películas y series de ficción catastróficas que algunas veces nos hemos tragado casi sin querer, o por las historias de guerra que en la infancia hemos escuchado de nuestros mayores, nunca hubiésemos creído realmente que, esta generación, acomodada, caprichosa y que se lo ha encontrado, básicamente, casi todo hecho, pudiera llegar a vivir. Las limitaciones que ha padecido nuestra generación precedente, y sobre todo la de sus padres, nunca serán suficientemente valoradas. Ahora vuelven a ser ellos los más golpeados y, por una vez, deberíamos demostrar que no somos una generación del todo malcriada. Tenemos que ser capaces de hacer sacrificios y enseñar que podemos estar por encima de las circunstancias. La crisis financiera de la primera década de este siglo, por desgracia, no nos va a servir como vacuna para lo que realmente se nos viene encima, tanto moral como económicamente. Vivimos en la mayor encrucijada de nuestra historia como generación. Tocaría, por una vez, dejar a un lado las ideologías y las camisetas de los equipos de fútbol que cada uno utilice para disfrazarse cada fin de semana. La Nación, el País o el Estado, o como a cada tribu le guste llamar a España, debería remar en estas circunstancias tan desgraciadas hacia un mismo fin, y ese no sería otro que esta pandemia resultara lo menos dolorosa posible en el número de infectados que se van a dejar la vida en ella y en limitar las terribles consecuencias económicas que todos, de una manera u otra, vamos a padecer.

Y quien primero debería estar al frente de esta actitud de unión y de conciliación es el presidente del Gobierno de España, Pedro Sánchez. Es quién debería dejar a un lado los bandos y las ideologías y quién debería intentar ser un líder de todos, no sólo de sus votantes y correligionarios, que aunara a los españoles de bien (quedando fuera, por supuesto, los extremistas indeseables, sectarios e ideologizados prefabricados). Pero quién es un producto de marketing, una ensoñación de presidente, un estofado de gestos y de posturas, no puede ser líder nunca y por eso ni está ni se le espera. Se está comprobando que está jugando una partida diferente ante sus limitaciones. Y por eso ya no podemos pedir que lidere a quién no puede, sino que nos tendremos que conformar con rezar para que esta pandemia se supere con el menor número de muertes posible por la acción de otros; nos tendremos que conformar con que esta situación, delicadísima, no nos lleve a la ruina definitiva. Y no lo niego. Esta crisis no es nada fácil de gestionar. Incluso un hipotético presidente política y personalmente más preparado, que también hubiese subestimado las advertencias de la llegada de la pandemia, estaría igualmente noqueado. Pero es que fatalmente esta generación ha elegido al peor presidente posible del peor gobierno de la democracia. Porque dentro de su lógica falconiana podría haber sacado su magia de efectos rimbombantes y de posturas fáciles para tapar su incapacidad para solventar los problemas de escasez de medios, y no lo ha hecho; o podría haber sacado de su chistera de poses, disimulos “redondianos” que nos hicieran ver que cuenta con los líderes de la oposición y con los agentes sociales para hacerles partícipes de las posibles soluciones a esta situación, y no lo ha hecho; o podría habernos hecho ver que realmente no desprecia a los medios de comunicación no afines limitando sus preguntas, sino todo lo contrario, respondiendo evasivamente como le saliera de sus… “ideas”, y no lo ha hecho; o haber hecho como que no lanza sistemáticamente a sus terminales mediáticos para desprestigiar a la oposición por el mero hecho de ejercerla, pero no lo ha hecho. Se suponía que “Su Persona” se presentó a unas elecciones con unas promesas de hacer política totalmente distintas. Pero nos ha mentido siempre. Como escribió María Blanco (@Godivaciones) en Twitter: “Votasteis gestos y tenéis gestos”, aunque ni siquiera ya nos ofrece eso, también nos han sido confiscados. En definitiva, está fuera de sí (aún más) y, como se puede comprobar, totalmente superado.

Nos queda la oposición, a la que algunos acusan de falta de lealtad o por el contrario de inacción absoluta ante la incapacidad del gobierno. La mayor lealtad y mejor actitud que puede ofrecer la oposición a un gobierno democrático en estos momentos de crisis nacional es ejercer como tal, que es además lo que le está encomendado constitucionalmente. Es su obligación estar supervisando al Gobierno, vigilando y denunciando lo que considere oportuno que esté haciendo mal. Eso es lo que está permitiendo que algunos desmanes que se están produciendo en estos momentos, tanto en los gobiernos de Comunidades Autónomas, como en el gobierno del Reino de España, se estén corrigiendo. Seamos serios. Es así como funciona. Está claro que siempre hay grupos desleales, políticos aprovechados u opinadores mediocres que valiéndose de estas pequeñas batallas ganadas, o perdidas según se mire, intentan desestabilizar aún más la situación buscando su propio beneficio. No saben estar a la altura de las circunstancias por su incompetencia manifiesta o por su tacticismo electoral, que es peor todavía. Seguro que lo terminarán pagando. Ahora es el momento de denunciar y de ejercer la oposición lo más leal y exigente posible para que nadie se duerma, de exigir la apertura del Parlamento, y la de velar por que las responsabilidades penales y políticas no se queden sin su sanción correspondiente en un futuro no muy lejano.

No quiero terminar este artículo, en el que he comentado la situación de mi generación y la de sus políticos mediocres, sin destacar a la sociedad civil en su conjunto, que acatando en su mayoría las directrices gubernamentales se están quedando confinados en sus casas; y a los trabajadores sanitarios que día a día se están dejando la vida por nosotros; y a los empresarios y trabajadores, en general, que cumpliendo con su deber siguen saliendo todos los días para que la cadena de los servicios esenciales no se vea mermada; también a la mayoría de empresas que han comprendido la dimensión de esta crisis y han ofrecido altruistamente sus servicios, o con una rebaja significativa de su coste a todos aquellos clientes que no pueden acceder a ellos. Por desgracia hay otras que no están sabiendo estar a la altura,y aún siguen más atentos a que no se salten sus restricciones que a ofrecer facilidades a aquellos que por las circunstancias que atravesamos no pueden proveerse. Otros que terminarán pagándolo, sin duda. Pero esto me lo guardo para otro artículo, que espero no tarde tanto. En fin.

¿Es la naturaleza tan perfeccionista?

Artículo publicado el 17/03/2020 en el diario digital murciano Murciaplaza por Belén González.

¿Es la naturaleza tan perfeccionista?

17/03/2020 – China acaba de hacer una nueva demostración de su potencial ante el mundo. Esta se suma a la realizada en enero de 2007 cuando destruyó un satélite meteorológico, valiéndose de un misil, ante la sorpresa de la comunidad internacional. Como es sabido y relatado en más de un libro de actualidad, el gigante asiático no estaba dispuesto a que el resto del mundo siguiera zahiriendo por más tiempo su maltrecho orgullo como venía ocurriendo desde el siglo XIX, cuando no supo adherirse a la Revolución Industrial de Occidente.

Y con tanta determinación como llegó su silencioso despegue, también ha llegado hasta nosotros la feroz pandemia iniciada en su territorio; y el sistema financiero, siempre al albur de la confianza, se ha tambaleado; China ha descendido su ávido consumo de petróleo -ya iniciado un poco antes-; Rusia, cuya fortaleza reside más en el crudo que en la tecnología y en la industria -en líneas generales-, no quiere ceder ante Estados Unidos, como tampoco quiere la estabilidad de Europa “alentando discretamente movimientos independentistas” como menciona, entre otros, Francis Fukuyama en “Identidad”.

Y, ante este escenario, China, con más de cincuenta millones de habitantes en cuarentena, arregla un complicado entuerto sanitario en dos meses mientras Occidente, absorto en cuestiones menores y viendo venir la debacle, se colapsa en quince días. Y, además, promete ayudar a países como Italia enviándole material médico. Igualen eso, señores del mundo, que mientras yo sigo con mi competencia desleal. Nos dice don Antonio Garrigues en uno de sus recientes libros a propósito de esta competencia desleal: «El fin de la historia nos hizo creer que el mundo sería democrático en su estación de destino, liberal en lo político, capitalista en lo económico y bienestarista en lo social», a lo que añade Josep Piqué en ‘El mundo que se nos viene’: «una esperanza occidental que el mundo ha tratado de desmentir».

La grandes curiosidades que se suscitan son como este virus escapado de China que es «inmisericorde» con aquellos que superan los setenta años pudiendo poner a la población en la tesitura de situaciones dramáticas, ante el caos, que atentan contra la dignidad ontológica del hombre y que, posiblemente, serían contrarías a los derechos humanos. También como, nosotros, habitantes de esta Europa cuyas generaciones han pasado por tanto a lo largo de los siglos, nos relajamos -fieles a la descripción del indolente hombre poshistórico que analiza, el anteriormente mencionado, Fukuyama en sus textos- ante una amenaza global de semejante envergadura, como es el coronavirus, hasta que el margen para una solución deviene estrecho, cómo asistimos atónitos ante otro gran despliegue de precisión, dureza y capacidad de reacción de una China orgullosa que reafirma una identidad que la vuelve a levantar del pasado ostracismo con el control de una terrible epidemia, mediante la creación y el desmantelamiento de hospitales en un tiempo récord.

Dice Josep Piqué que «China no es una nación aunque lo parezca. Es una civilización» con una política exterior en un claro ejercicio de ‘soft power‘. Y una civilización siempre se intenta imponer a otra de algún modo, es difícil la coexistencia. Pasado su cataclismo, una China orgullosa, intenta «ayudar» a Europa demostrando su hegemonía al mundo como lo hiciera Estados Unidos en sus días laureados, aunque sólo es responsable esta comparación destacando la distancia en cuanto a ejemplaridad y transparencia entre las dos naciones, puesto que resulta complicado igualar a una democracia liberal en su vertiente ética aunque únicamente sea por el simple hecho de la libre voluntad de implicación de sus ciudadanos y las bondades que de ello se derivan.

Tocqueville, en el siglo XIX, en ‘La democracia en América’, ya nos hablaba del espíritu americano: «el habitante se liga a cada uno de los intereses de su país, como a los suyos propios. Se glorifica con la gloria de la nación; en los éxitos de la nación obtiene, cree reconocer su propia obra, y se eleva con ello, se alegra de la prosperidad general de la que se aprovecha». Parece obvio que nos falta esta unión en Europa.

China sabía que, superada su crisis con unas medidas de carácter implacable, gozaría de una reorganización y recuperación inmediatas. Ahora conoce también la limitada capacidad de reacción del resto del mundo, tal vez distraído, tal vez absurdamente condescendiente consigo mismo o tal vez temeroso por la incertidumbre de su economía en este momento de la historia en el que las clases medias de occidente -quejumbrosas pero acomodadas, faltas de una identidad sólida y abandonadas al relativismo-, han perdido poder adquisitivo en favor de Asia.

Así pues, la posición actual de los habitantes de la nación de la Gran Muralla, ha pasado a ser la del hombre rico que Adam Smith, en su tiempo, señalara, abandonando la antigua humillación que les condenaba a estar silentes: «el hombre rico se enorgullece de su riqueza porque siente que es natural que ella centre la atención del mundo sobre él y que la humanidad esté dispuesta a estar de acuerdo con él en todas esas agradables emociones que le proporcionan tan fácilmente las ventajas de su situación». Al contrario: «el hombre pobre se avergüenza de su pobreza. Siente ya sea que lo hace ser ignorado por el resto de la humanidad o bien que si llegan a darse cuenta de su existencia, no alcanzan a sentir solidaridad con la miseria y la aflicción que él sufre». Dividiendo Europa sólo conseguiremos la invisibilidad de cada uno de sus miembros.

Cuando esta pesadilla toque a su fin, el desafío en mitad de este mundo de ruido y distracción, no ha de continuar siendo una revolución romántica constante, descoordinada e individualista con tintes narcisistas para mostrar nuestra indignación con lo nimio, sino la puesta en práctica del civismo necesario para la defensa de nuestros valores, los de Occidente, sin separatismos, viendo que China es conocedora de su capacidad de arrastre del resto de economías, de su capacidad de recuperación ante la adversidad y de su capacidad para hacer temblar el mundo financiero. Sin Europa, no podemos competir ni nos podemos defender. Pero tampoco con una Europa que reacciona tarde y por separado.

Belén González es graduada en Administración y Dirección de Empresas

Versos sueltos para Belén y Alberto

Veinticinco años hace
del año de vuestra boda
y tenía este rapsoda
que escribir un romance.

Merecéis duo querido
un sentido homenaje
por el apasionante viaje
por vosotros emprendido.

Quién os diría queridos
en aquel primer encuentro
llenos de ilusión dentro
vuestros momentos vividos.

La emoción del primer beso
de manos entrelazadas
de románticas miradas
de amor joven y travieso.

Las salidas con amigos
aquellas primeras cenas
primeras risas y penas
mareos y vértigos.

Belén resuelta y segura
atenta y preocupada
madre siempre volcada
llena de amor y ternura.

Alberto alegre y contento
lleno de fe y responsable
persona toda admirable
buena y siempre atento.

Muchos fuisteis a su boda
yo no tuve esa fortuna
pero me cuenta alguna
que fue una emoción, una oda.

Esa alguna es mi mujer
Inés, que si ya es completa
para este humilde poeta
lo es más por a vos tener.

Y es que teneros al lado
es una suerte constante
seguridad importante
para vuestros amados.

Criasteis con alegría
dos soles encantadores
un par de amores
vuestras Belén y María.

Educadas con esmero
simpáticas y agradables
verlas así, adorables,
no se paga con dinero.

Queridos Belén y Alberto
amados cuñados míos
quedan muchos desafíos
y un futuro incierto.

Mas con vosotros unidos
con vuestro amor demostrado
no habrá baches elevados
que no sean vencidos.

Queridos Alberto y Belén
en veinticinco nos vemos
en las de oro brindaremos
en este bar o en un edén.

Con trabajo e ilusión
os espera un gran futuro
muchos años os venturo
si seguís con igual tesón.

Mi gratitud más sincera
por el ejemplo os transmmito
y a los dos os felicito
y a vuestra familia entera.

Para Alberto y Belén por la celebración de sus bodas de plata el 26 de octubre de 2019.